2 de enero de 2010

Alex I



El viento en la cara. Los rayos del sol reflejándose en sus ojos. Gritar a pleno pulmón una mañana de otoño. Caminar por el parque. Pisar la nieve y oír como roncha.
Eran muchas de las cosas que Alex adoraba hacer. Aunque pareciera un chico algo serio a primera vista, le gustaba pintar una sonrisa en sus amigos y conocidos, ya que la alegría formaba parte de aquella deliciosa comida llamada su vida.
También le gustaba ver como el humo tomaba distintas formas cada vez que fumaba; como subía, se doblaba y parecía una onda. Adoraba los deportes extremos y practicar la pintura cuando su trabajo a tiempo parcial y los estudios le daban un márgen de tiempo para él.

Ni coqueto, ni romántico, ni detallista.

Siempre se había extrañado por qué, teniendo estas aptitudes un tanto negativas, atraía a las mujeres.
Aún así, su lista de relaciones se reducía a un tope mínimo, del cual, ni se avergonzaba ni alardeaba. Simplemente le daba igual. No le gustaba el amor y no creía en él. Simplemente pensaba que había una atracción desde un principio, y después se mezclaba con una amistad que se iba creando día tras día.

Pero, en el fondo de su corazón cascarrabias, sabía que algún día encontraría a aquella persona que haría que esos pensamientos fueran desechados a la basura y creara otros nuevos.
Unos que le permitiesen hablar de un amor de verdad.

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