11 de enero de 2010

Nice to meet you II


Alex sopesó las ideas de tirar todo aquello y salir corriendo, sobre todo al haber presenciado la sentencia con la leche semidesnatada de aquella pequeña chica, pero algo en su mirada le llamó especialmente la atención. ¿Sería su pureza? ¿O quizás lo soberbia y segura que parecía?
No sabría describirlo con exactitud, pero le ofreció su ayuda y ella, aún un poco insegura, le señaló un pequeño coche
escarabajo, de un tono morado oscuro.
Ella abrió el maletero mientras se dirigía a la parte delantera del coche. Pensando que se volvía a casa, Alex se dirigió a la salida con su propia compra entre los brazos.
- Oye, perdona, ¿Alex?
Al escuchar aquello, el alulido se giró y observó a la nueva conocida, con un paquete de tabaco en una mano y un mechero en la otra. Le sonreía de forma divertida y un tanto siniestra a la vez.
- ¿Te apetece uno? -preguntó Lizzie, aún golpeando el suelo con sus desgastadas zapatillas.
El castaño asintió y se acercó a ella con un paso rápido, dejando la bolsa apoyada en el vehículo.
Aspiró la nicotina con ganas y expulsó el humo,
sonriendo y relajándose por primera vez en todo el día. La pequeña rubia, a su lado, intentaba formar ondas con el humo, como una niña pequeña.
- ¿Cómo sabías que fumaba? -preguntó él, soltando la ceniza y dejándola caer al suelo.
- Es fácil adivinarlo cuando ves que la otra persona lleva un mechero en el bolsillo. -susurró ella, aún concentrada en su pequeña hazaña.
- Podría utilizarlo para ligar, ¿no?
Por fin, consiguió la atención de Lizzie. Ésta enarcó una ceja y lo miró directamente a los ojos, escrutándolo con la mirada.
- No me hagas reír. -ella enmarcó una sonrisa irónica.
Terminaron sus cigarros en silencio, sin dirigirse apenas un par de palabras.
Aún así, Alex no necesitaba ese silencio para saber que aquella situación era extraña. ¿Desde cuándo se ponía a fumar con una total desconocida? Siempre había tenido la manía de fumar sólo. Sin que más que un par de amigos lo observasen.
Y ahora,
¿qué era diferente?

- Sé que no vamos a volver a vernos ni nada parecido pero, ¿quieres que te lleve a casa? -la dulce voz de la chica sonó sorprendida.
Alex se giró por segunda vez, también algo estupefacto.
La nieve comenzó a caer.
- Vivo cerca de aquí. -apenas masculló él.
Sabía que no era así, pero no quería molestarla.
La blanca textura comenzó a asentarse en lo alto de sus cabezas.
- Vamos, está nevando -insistió ella, poniendo los ojos en blanco-. ¿De verdad quieres morir congelado y dejar que esa comida se estropee?
- Lo haces por la comida, ¿verdad? -ironizó Alex.
- Por supuesto.
Finalmente, consiguió que éste se subiese al coche y, tras advertirle que se pusiera el cinturón y que tuviera cuidado con la tapa (del cajón donde guardaba los documentos) que se caía, se pusieron en camino.
Una música lenta inundaba el coche. Alex los reconoció, pero no quiso decirle, ya que su cara de concentración le robó una sonrisa.
- ¿Has visto? ¡
Nieva! -chilló ella, con un brillo en los ojos.
- ¿Te gusta la nieve?
- Mucho. -volvió a exclamar, esta vez con un tono más normal.
'
A mí también.' consiguió murmurar él, pero apenas fue audible. Seguía observándola a ella, a su sonrisa y al marco que los copos formaban.

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