31 de marzo de 2010

Sorry.

- ¿Quieres ir a comer o algo así?
Anne lo observaba con una sonrisa de oreja a oreja, mientras bajaban los escalones del antiguo edificio, dirección a la civilización.
Adam bajó la cabeza en un rápido movimiento que no paso inadvertido por ella.
- Bueno, puede que sea un poco tarde para comer, pero igualmente, no hemos tomado nada desde esta mañana, ¿no? -esta enarcó una ceja, un tanto desconcertada.
- No es eso, Anne, tengo que irme -contestó él, pasando por su rostro una sombra de arrepentimiento-. He quedado.
Anne apenas pudo reprimir el hecho de que su sonrisa de desdibujara tan rápidamente. Intento, aún así, posando una mano en el hombro de Adam, reír y animarlo.
- No te preocupes, es culpa mía. Debo de darme cuenta de que todo el mundo no le ocurre como a mí, que tiene planes y esas cosas -río de una forma un tanto falsa. Se alejó un paso y lo observó-. Saluda a tus amigos de mi parte.
- No he quedado con mis amigos, Anne -contestó el castaño casi al instante, con la mirada fija en la expresión de la susodicha-, si no con Sara.
En ese instante, fue como si la golpeasen en el estómago con un gran bate de béisbol. En su interior se rompió algo. Todo se volvió más frío, más oscuro y más deprimente.
- Vaya, entonces..., adiós. -deseaba largarse de ahí lo antes posible para que Adam evitase ver sus lágrimas.
- Anne,... ¡Anne! -él la cogió por la muñeca e intento hacer que lo mirase-. Lo siento, ¿vale?
Esta se giró finalmente y dejó ver pequeñas perlas resbalar por sus mejillas. Lo miró casi con odio.
- ¿Qué es lo que sientes, eh? -le gritó, con la angustia como principal ingrediente.
- No lo sé. -apenas susurró él.
Anne se soltó con un movimiento brusco de la mano de Adam y comenzó a correr.
El viento le ayudaba en su camino de huida y eso era, casi, como un alivio.
Deseaba desaparecer, esconderse. Volar a un lugar tan lejano que nunca, nunca encontrase el camino de vuelta.

27 de marzo de 2010

Do you know? II

- Siempre he sido una persona muy frágil, aunque en el exterior intente formar una gruesa cáscara que me proteja. -las palabras se deslizaron lentamente por los labios de Lizzie, como si le costase afirmar aquel dato de su personalidad.
Alex levantó la mirada y la observó delante de él, con los rayos del atardecer de fondo, perfilando su delgada y pequeña figura. Las manos se movían inquietas cerca del pecho. Sus ojos se encontraban clavados en el suelo, sin que hubiese apenas nada que los levantase.
- Lo sé -respondió él, aún con la vista fija en ella-. Me di cuenta de ello desde la primera vez que te vi.
Lizzie levantó la mirada un tanto sorprendida. Pero la bajó transcurridos unos pocos segundos.
- Lo que no consigo adivinar es el porqué de esa actitud tuya. -Alex parecía sumido en sus pensamientos, con las cejas ligeramente fruncidas.
En aquel instante, la pequeña chica rubia levantó la mirada y la clavó directamente en los ojos de él, por primera vez en todo el día. Alex no pudo más que sorprenderse ante lo que estos reflejaban.
Pena. Tristeza. Vulnerabilidad.
Ayuda.
Las lágrimas comenzaron a recorrer el rostro de Lizzie, intentando esta taparse para ocultar lo que ya era demasiado evidente.
- Lizzie... -él se acercó unos pasos hacía ella, con el ademán de protegerla.
Después de ese movimiento de acercamiento, ella rompió las reglas establecidas y se echó en sus brazos, aún sollozando y tiritando. Apoyó las manos en su pecho y cerró los ojos con fuerza.
- Por favor, Alex, por favor... -suplicó esta, con la voz ahogada por los sollozos que golpeaban su pecho en intervalos de un minuto.
El susodicho formó una triste sonrisa en su rostro y la rodeó con los brazos.
Observó el horizonte, en total silencio.
Minutos después, Lizzie se calmó, pero no se movieron de su posición. Notaban el frío que les iba envolviendo por culpa de la llegada de la noche.
Pero se encontraban bien. Calientes. Reconfortantes.

"Gracias".

24 de marzo de 2010

Do you know? I


- ¿Crees en la magia de las estrellas?
Lizzie expulsó el humo de su interior y lo miró un tanto dubitativa, sin saber que decir.
- Creo en lo que veo, en lo material y en algo un poco menos incorpóreo, quizás.
Alex bajó la mirada y una pequeña risa comenzó a emanar de su interior. Lizzie lo observo con el entrecejo fruncido y una mano en la cadera, con ademán agresivo.
- ¿Te estás riendo de mí? -lo desafió con la mirada, aunque en el fondo se estaba muriendo de la vergüenza.
- Disculpa, pero no pareces ese tipo de persona, ¿sabes? -su voz se volvió algo más tranquila y dulce, y una sonrisa se plasmó en su pálido rostro-. Cuando te observo, das la impresión de vivir en un mundo aparte, de soñar con mundos iluminados por tu sonrisa. Tus ojos son directos, pero generalmente se encuentran observando el cielo, sea de día o de noche; como si quisieran despegar en cualquier momento y convertirte en un ángel. Además, cuando sonríes se te forman esos adorables hoyuelos que intentas tapar con la mano.
- ¿Y qué importancia tienen los hoyuelos en este caso? -preguntó Lizzie, con un leve rubor en sus mejillas y una indudable sonrisa de niña.
- Me gustan. Me encantan. Me hipnotizan. -comenzó a calificar Alex, clavando sus ojos en los de ella y cogiendo la mano con la que esta se tapaba la boca.
- Bobo. -susurró la susodicha, subiendo la vista al cielo para intentar borrar la rojez en su tez.
Y Alex también miró las estrellas, en una noche fría de invierno.
Pero aún así, unidos por un lazo ardiente.

Forever isn't long enough in the company of you

5 de marzo de 2010

Fool.

Anne sabía que llegaba horriblemente tarde. Sabía que las manecillas del reloj no corrían en su favor.
Pero también sabía que él la estaría esperando debajo de aquel viejo álamo, con la mirada perdida en el cielo azul, buscando típicas ideas de artista en su cabeza de chico bohemio, como solía describirlo él.
El viento frío cortaba su cara y parecía ponerse en contra de su destino, pero ella sacaba fuerzas de flaqueza y sus delgadas piernas resbalaban por las mojadas calles de una abarrotada ciudad.
Pero no podía pararse a descansar. Debía llegar. En ese momento.

Por fin, comenzó a divisar la entrada poblada de árboles y arbustos de la pequeña y hogareña biblioteca. Buscó a Adam con la mirada, pero no parecía estar por ninguna parte.
- Vaya -Anne se llevó una mano a la cabeza y la deslizó por su pelo, mientras calculaba el tiempo de su tardanza-. He llegado tan tarde que ha decidido irse.
Una pequeña sombra de decepción cruzó su cara y se sintió verdaderamente mal durante unos instantes; todos aquellos que transcurrieron desde su llegada al lugar de encuentro, hasta que unas cálidas manos taparon su campo de visión.
- ¿A qué no adivinas quién soy? -su risa era reconocible-. No vale hacer trampas.
Anne comenzó a reír y apartó las manos de él para girarse y observarlo tan risueño y tan alegre como siempre. Desde el primer día que lo había conocido.
- Pensaba que te habías ido. -susurró la morena, con un deje de su antigua tristeza en la voz.
- Había ido a comprar una bebida mientras te esperaba -contestó Adam mirándola directamente a los ojos-. No podía irme. Había quedado contigo, ¿no?
Anne apenas pudo reprimir una sonrisa que marcó su rostro por el resto del día.
- Idiota. -susurró ésta.
De repente, un trueno interrumpió su conversación y, de un momento a otro, comenzó a diluviar de forma bastante fuerte. De forma instintiva, Anne se llevó las manos a la cabeza, pero su acompañante fue más rápido y la cogió por una de las manos, arrastrándola hacia el interior del viejo edificio.
La morena apenas pudo pensar en nada tras el primer contacto de las dos extremidades.
Sus ojos brillaban por la sorpresa.
¿Qué era eso que estaba ocurriendo?
El viento azotó sus cuerpos.
- No salgas volando. -se giró a gritarle él, con la euforia de un niño pequeño.

"No salgas volando."