5 de marzo de 2010

Fool.

Anne sabía que llegaba horriblemente tarde. Sabía que las manecillas del reloj no corrían en su favor.
Pero también sabía que él la estaría esperando debajo de aquel viejo álamo, con la mirada perdida en el cielo azul, buscando típicas ideas de artista en su cabeza de chico bohemio, como solía describirlo él.
El viento frío cortaba su cara y parecía ponerse en contra de su destino, pero ella sacaba fuerzas de flaqueza y sus delgadas piernas resbalaban por las mojadas calles de una abarrotada ciudad.
Pero no podía pararse a descansar. Debía llegar. En ese momento.

Por fin, comenzó a divisar la entrada poblada de árboles y arbustos de la pequeña y hogareña biblioteca. Buscó a Adam con la mirada, pero no parecía estar por ninguna parte.
- Vaya -Anne se llevó una mano a la cabeza y la deslizó por su pelo, mientras calculaba el tiempo de su tardanza-. He llegado tan tarde que ha decidido irse.
Una pequeña sombra de decepción cruzó su cara y se sintió verdaderamente mal durante unos instantes; todos aquellos que transcurrieron desde su llegada al lugar de encuentro, hasta que unas cálidas manos taparon su campo de visión.
- ¿A qué no adivinas quién soy? -su risa era reconocible-. No vale hacer trampas.
Anne comenzó a reír y apartó las manos de él para girarse y observarlo tan risueño y tan alegre como siempre. Desde el primer día que lo había conocido.
- Pensaba que te habías ido. -susurró la morena, con un deje de su antigua tristeza en la voz.
- Había ido a comprar una bebida mientras te esperaba -contestó Adam mirándola directamente a los ojos-. No podía irme. Había quedado contigo, ¿no?
Anne apenas pudo reprimir una sonrisa que marcó su rostro por el resto del día.
- Idiota. -susurró ésta.
De repente, un trueno interrumpió su conversación y, de un momento a otro, comenzó a diluviar de forma bastante fuerte. De forma instintiva, Anne se llevó las manos a la cabeza, pero su acompañante fue más rápido y la cogió por una de las manos, arrastrándola hacia el interior del viejo edificio.
La morena apenas pudo pensar en nada tras el primer contacto de las dos extremidades.
Sus ojos brillaban por la sorpresa.
¿Qué era eso que estaba ocurriendo?
El viento azotó sus cuerpos.
- No salgas volando. -se giró a gritarle él, con la euforia de un niño pequeño.

"No salgas volando."

2 comentarios:

  1. ...te suena la dependencia?...
    pues venga, no seas perra y sigue :)

    Amanda

    ResponderEliminar