12 de febrero de 2010

Never again.



Laura no paraba de quebrarse la cabeza. Aún cuando, en todo el trayecto en autobús, avión y coche había intentando cerrar sus delicados ojos azules para perderse en lo que a ella le gustaba llamar su 'Mundo del Caos', no lo había conseguido.
Su repentino sentimiento de dejarlo todo atrás había podido con ella.
Una maleta. Un par de camisetas. Unos vaqueros viejos y desgastados. Sus zapatillas preferidas. Un libro de tapas duras. Y sus recuerdos.
No le había dicho nada a nadie. No se había despedido de sus amigos. No le había dado un beso de 'adiós' a su tan ocupado padre.
Y no le importaba en absoluto lo que con esta acción tan egoísta e inmadura pudiera comenzar.
No quería seguir allí, rodeada de presión, de falsas caras de alegría, de un cariño ganado con dinero, de tener que hacer las cosas según los modales inculcados desde su niñez.

Basta.

Se bajó de aquel taxi que olía a polvo y orina y le agradeció, con su respectivo dinero, el transporte. Se colocó el sombrero marrón que le había regalado su madre antes de morir y decidió caminar por Keninsington Street hasta que el sol de la mañana se escondiese y tuviese que buscar un sitio para dormir.
Pero eso ahora no le importaba.
Sólo quería vivir, respirar y sonreír, después de demasiados años sin hacerlo.
Aquí y ahora.

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